22 julio 2010

esperanza esperada jamás perdida


En un soleado, pero apagado día no sé si era septiembre u octubre tal vez,pero ella allí estaba, sentada, lánguida, tan lejana y presente como el silencio con una luz tan tenue como la de una vela. Veía las largas horas de la mañana pasar escuchaba el canto de las aves y en la lejanía podía divisar la multitud buscando aquellos ojos que su cielo un día iluminaron. Tal vez verdes, azules o cafés eran solo esos ojos los que a ella la hacían sentir bien.

Y así pasaron las horas, los pájaros, la gente y ella allí yacía presente y pensó todo lo que su cerebro por señal de su corazón podía pensar, desde la metamorfosis de las plantas hasta el brillo del astro rey, pero a quien ella esperaba tan pacientemente aun no llegaba. Y el sol se fue ocultando, poco a poco oscureciendo el cielo, haciendo cada vez mas lento el pasar del tiempo, dulce,inmensa e implacable paciencia, grato don que no todos tienen pero cuyo corazón poseía.

De pronto sus suaves manos comienzan a sudar, su corazón no deja de palpitar, aunque ella sentía que se detenía cada vez que al levantar la mirada acercarse a alguien veía. Recordaba momentos de paz y odio, de pasión y amor, recordaba lo que en ella la distancia había causado, pero estaba dispuesta a reparar todo aquello dañado.

Su memoria sin aviso divisa el momento mas hermoso que juntos pasaron y sin darse cuenta aquellos ojos estaban sentados a su lado hablándole con la dulce voz de los reflejos del alma. No sabía como reaccionar, si era una alucinación por la espera o realmente allí se hallaba, no sabía como reaccionar si abrazar sus brazos o simplemente llorar.

Las palabras no hicieron falta, el crepúsculo y su mirada hablaban, decían con certeza que el había pasado lo mismo que ella. Y el tiempo se achicó y su pupila se dilató al sentir el roce de sus manos. Esperaba que su memoria hubiera olvidado al igual que ella el motivo por el cual se separaron, tantas palabras sin decir que no pudieron fluir debido al orgullo que ambos sentían, y en el fondo se querían aún como el primer día, ella no pudo encontrar otro amor y el nunca pudo olvidar su olor.

En el punto más oscuro de la tarde y a la vez más iluminado sus labios se tocaron diciendo con los gestos, que era mucho más que un beso. Y el tiempo mágicamente se detuvo cual conciencia al soñar, sus ojos expresaron lo que las palabras no podían expresar.

Al fin y al cabo ya no se querían, se amaban, al fin y al cabo la sangre por sus venas brillaba. Y su sonrisa perlada podía brillar más que todas las cosas en aquel hermoso lugar donde las plantas eran verdes y muy rojas las rosas. Sus dientes de marfil mantenían en secreto lo que ella quería decir, creía que nada podía apagar su felicidad, nada la haría dejar de soñar. Y así llegó el momento de la despedida y en ningún momento dijo lo que sentía, el partió llevándose en los labios el grato sabor de un dulce que tenía mucho tiempo sin probar.

Ella aún allí sentada pensaba si un error había cometido al no decirle lo que el quería que le dijera al oído. De repente oye un ruido, fuerte, estremecedor, y sabía en su mente que algo terrible había ocurrido. Salió del lugar donde estaba y observó una colisión entre dos vehículos, sabía que algo malo le sucedía a su querido. Desesperada,socorrida, pedía ayuda, hasta que llego la tan esperada.

Nunca se movió de su cama, día y noche allí ella estaba, hasta que un día su orgullo doblegó y asentando la cabeza le pidió perdón. Perdón por todas esas cosas malas que había hecho, perdón por no decirle mucho que lo amaba, perdón por no escucharlo y hasta perdón por esperarlo. Y es que de tantos amores que el tuvo, ninguno que haya puesto brillo a su cielo, tanto como el que ella a su vida le ponía.

Sus oídos al fin oyeron lo que querían escuchar, él estaba contento, feliz, emocionado. Ella siempre estuvo a su lado, al final uno no está donde el cuerpo, sino donde mas lo extrañan, nunca se abandonaron el uno al otro.

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